domingo, 28 de julio de 2024

 

FEMINISMO COMO ELEMENTO DE JUSTICIA SOCIAL

 

El siglo XX dibuja el cambio radical que las mujeres han experimentado en sus vidas. Ha sido una transformación que las ha situado en un plano con protagonismo propio y que ha llevado su nueva posición a la vida social, laboral, política y también a la esfera privada, a su determinación personal y a su propia casa. Para llegar a esta nueva posición en el mundo y en su propio mundo, han debido pasar siglos y numerosas mujeres, que con nombres que pasaron a la historia o con compromiso y sin nombres inmortalizados, lucharon por alcanzar derechos.

 

El siglo XX ha quedado marcado como el siglo de la revolución de las mujeres porque ha sido el fenómeno más importante de los últimos años. Para tratar de estructurar esta historia de transformación se ha establecido un orden a partir de las denominadas Olas del feminismo. Con esta categorización el objetivo es dar visibilidad a la lucha de las mujeres por salir de su situación de discriminación en los ámbitos público (económico, social, político, participativo, cultural) y privado y avanzar hacia la igualdad.

 

De acuerdo a esta propuesta, estamos viviendo la cuarta Ola del feminismo, la que se plantea la erradicación de todos los tipos de violencia hacia las mujeres (incluida la abolición de la prostitución y la violencia sexual) y el logro de la paridad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida. La primera Ola se establece a mediados del siglo XVIII, con el nacimiento del feminismo moderno, la segunda Ola  abarca desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX y la tercera Ola, que comenzó en los años sesenta del pasado siglo para llegar hasta los noventa, plantea el conocido lema de que lo personal es político, creado por Carol Hanisch en su ensayo escrito en 1970 que contiene afirmaciones como esta: “Una de las primeras cosas que descubrimos en estos grupos es que los problemas personales son problemas políticos. No hay soluciones personales en este momento. Solo hay acción colectiva para una solución colectiva”

 

Los nombres de las mujeres que han protagonizado el largo camino hacia la igualdad forman parte de una historia, que, habiendo sido tozuda en no reconocer sus iniciativas y logros, hoy se escribe en femenino. Este empeño de las mujeres por hacer historia, por escribirla y formar parte de ella, es lo que explica que el largo camino por desterrar la injusticia, la desigualdad y la discriminación, ha logrado sus objetivos y ha sido posible por la lucha colectiva de las mujeres que, generación tras generación a largo de los siglos, han caminado con firmeza y sin dar ni consentir pasos atrás.

 

Además, en esta historia aparecen nombres de las imprescindibles. Estas mujeres, existentes en todos los tiempos, comparten su condición de implacables en la defensa de la igualdad, defensoras de la educación para niñas, jóvenes y mujeres, luchadoras por acabar con los techos de cristal, reivindicativas para poner fin a la brecha digital actual, inasequibles al desaliento como tantas veces se ha nombrado a las sufragistas.

 

En la voluntad decidida por nombrar a estas indispensables de la historia subyace la necesidad del movimiento de mujeres por reconocer toda esta larga travesía. Por poner un principio, en el año 1405 Christine de Pizan, italiana afincada en Francia, catalogada como primera escritora profesional, escribió “La ciudad de las Damas”, obra clave en la denominada querella de las mujeres, y se preguntaba “cuáles son las razones que llevan a tantos hombres y clérigos a vituperar a las mujeres”. En esa obra imagina una ciudad integrada por mujeres ilustres que servirán de espejo al resto y argumentarán contra la misoginia en la que están inmersas.

 

Mary Wollstonecraft, escritora inglesa y primera filósofa feminista, escribió en 1792, “Vindicación de los derechos de la mujer”, con una defensa de los derechos de igualdad de las mujeres, especialmente en los campos de la educación, el empleo y la política. Mujer libre y desvinculada de los convencionalismos de la época, murió como consecuencia de las complicaciones del parto de su segunda hija, la escritora y madre de “Frankenstein”, Mary Shelley Wollstonecraft.

 

Olympe de Gouges, nacida como Marie Gouze, filósofa política francesa, publicó en el año 1791 la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”. La Revolución Francesa se había producido unos años antes, en 1789, pero se había olvidado de reconocer los derechos de las mujeres. Apenas dos años después de publicar su obra en la que pedía el reconocimiento de los derechos para las mujeres, abogaba por un trato igualitario, reclamaba el derecho al voto y solicitaba el divorcio, fue juzgada por el llamado tribunal revolucionario y condenada a muerte en la guillotina.

 

Emmeline Pankurst es la figura de referencia del movimiento sufragista de la Inglaterra de principios del siglo XX. Su vida es la historia de la defensa militante y comprometida por lograr el voto para las mujeres. Tras más de una docena de detenciones policiales en un año, cinco huelgas de hambre y una voluntad de hierro por la defensa del voto para todas las mujeres, en el año 1928 ve como su lucha reconoce este derecho, anulando la ley que diez años antes lo había aprobado para mujeres mayores de treinta años con determinadas situaciones económicas privilegiadas. Su hija Christabel fue también una figura destacada del sufragismo.

 

En España el voto para las mujeres llegó por la lucha de Clara Campoamor, parlamentaria y abogada, segunda mujer en ingresar en el Colegio de Abogados de Madrid. Figura de referencia en el sufragismo español, gracias a su coraje y a su defensa de este derecho femenino, se incluyó en la Constitución de la Segunda República de 1931. Las mujeres españolas mayores de veintitrés años votaron por primea vez en las elecciones generales de 1933. Clara Campoamor no resultó elegida diputada, abandonó la política y poco después debió coger la ruta del exilio. Entre sus frases para defender la igualdad de derechos para las mujeres aparece esta: “Solo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para las mujeres”.

 

En definitiva, el largo camino de la igualdad tiene sus peldaños asentados en la justicia legal, aunque esto no significa que los techos de cristal, las brechas salariales, digitales y educativas y la violencia de género no estén presentes en nuestras sociedades. Por esto, la justicia legal es un pilar esencial y un eslabón necesario para avanzar en la igualdad real entre hombres y mujeres. Sin embargo, es necesario entender que la igualdad es una cuestión de justicia social, sin olvidar, por supuesto, que nos encontramos ante grandes avances en los derechos y libertades de las mujeres del primer mundo. Resulta imprescindible hacer una reflexión acerca de cómo es ser mujer en el tercer mundo para conocer y reconocer los avances y desafíos que aún quedan por delante para muchas sociedades.

 

Entendida la igualdad como elemento de justicia social, los derechos humanos cobran protagonismo para lograr esta igualdad que reclama la equidad como elemento esencial para que cada ser humano, las mujeres también, puedan desarrollar con libertad y dignidad sus capacidades para lograr su desarrollo integral.