FEMINISMO COMO ELEMENTO DE
JUSTICIA SOCIAL
El siglo XX
dibuja el cambio radical que las mujeres han experimentado en sus vidas. Ha
sido una transformación que las ha situado en un plano con protagonismo propio
y que ha llevado su nueva posición a la vida social, laboral, política y
también a la esfera privada, a su determinación personal y a su propia casa.
Para llegar a esta nueva posición en el mundo y en su propio mundo, han debido
pasar siglos y numerosas mujeres, que con nombres que pasaron a la historia o
con compromiso y sin nombres inmortalizados, lucharon por alcanzar derechos.
El siglo XX ha
quedado marcado como el siglo de la revolución de las mujeres porque ha sido el
fenómeno más importante de los últimos años. Para tratar de estructurar esta
historia de transformación se ha establecido un orden a partir de las
denominadas Olas del feminismo. Con esta categorización el objetivo es dar
visibilidad a la lucha de las mujeres por salir de su situación de
discriminación en los ámbitos público (económico, social, político,
participativo, cultural) y privado y avanzar hacia la igualdad.
De acuerdo a esta
propuesta, estamos viviendo la cuarta Ola del feminismo, la que se plantea la
erradicación de todos los tipos de violencia hacia las mujeres (incluida la
abolición de la prostitución y la violencia sexual) y el logro de la paridad
entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida. La primera Ola se
establece a mediados del siglo XVIII, con el nacimiento del feminismo moderno,
la segunda Ola abarca desde mediados del
siglo XIX hasta mediados del siglo XX y la tercera Ola, que comenzó en los años
sesenta del pasado siglo para llegar hasta los noventa, plantea el conocido
lema de que lo personal es político, creado por Carol Hanisch en su ensayo
escrito en 1970 que contiene afirmaciones como esta: “Una de las primeras cosas
que descubrimos en estos grupos es que los problemas personales son problemas
políticos. No hay soluciones personales en este momento. Solo hay acción
colectiva para una solución colectiva”
Los nombres de
las mujeres que han protagonizado el largo camino hacia la igualdad forman
parte de una historia, que, habiendo sido tozuda en no reconocer sus
iniciativas y logros, hoy se escribe en femenino. Este empeño de las mujeres
por hacer historia, por escribirla y formar parte de ella, es lo que explica
que el largo camino por desterrar la injusticia, la desigualdad y la
discriminación, ha logrado sus objetivos y ha sido posible por la lucha
colectiva de las mujeres que, generación tras generación a largo de los siglos,
han caminado con firmeza y sin dar ni consentir pasos atrás.
Además, en esta
historia aparecen nombres de las imprescindibles. Estas mujeres, existentes en
todos los tiempos, comparten su condición de implacables en la defensa de la
igualdad, defensoras de la educación para niñas, jóvenes y mujeres, luchadoras
por acabar con los techos de cristal, reivindicativas para poner fin a la
brecha digital actual, inasequibles al desaliento como tantas veces se ha
nombrado a las sufragistas.
En la voluntad
decidida por nombrar a estas indispensables de la historia subyace la necesidad
del movimiento de mujeres por reconocer toda esta larga travesía. Por poner un
principio, en el año 1405 Christine de Pizan, italiana afincada en Francia,
catalogada como primera escritora profesional, escribió “La ciudad de las
Damas”, obra clave en la denominada querella de las mujeres, y se preguntaba
“cuáles son las razones que llevan a tantos hombres y clérigos a vituperar a
las mujeres”. En esa obra imagina una ciudad integrada por mujeres ilustres que
servirán de espejo al resto y argumentarán contra la misoginia en la que están
inmersas.
Mary
Wollstonecraft, escritora inglesa y primera filósofa feminista, escribió en
1792, “Vindicación de los derechos de la mujer”, con una defensa de los
derechos de igualdad de las mujeres, especialmente en los campos de la
educación, el empleo y la política. Mujer libre y desvinculada de los
convencionalismos de la época, murió como consecuencia de las complicaciones
del parto de su segunda hija, la escritora y madre de “Frankenstein”, Mary
Shelley Wollstonecraft.
Olympe de Gouges,
nacida como Marie Gouze, filósofa política francesa, publicó en el año 1791 la
“Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”. La Revolución
Francesa se había producido unos años antes, en 1789, pero se había olvidado de
reconocer los derechos de las mujeres. Apenas dos años después de publicar su
obra en la que pedía el reconocimiento de los derechos para las mujeres,
abogaba por un trato igualitario, reclamaba el derecho al voto y solicitaba el
divorcio, fue juzgada por el llamado tribunal revolucionario y condenada a
muerte en la guillotina.
Emmeline Pankurst
es la figura de referencia del movimiento sufragista de la Inglaterra de
principios del siglo XX. Su vida es la historia de la defensa militante y
comprometida por lograr el voto para las mujeres. Tras más de una docena de
detenciones policiales en un año, cinco huelgas de hambre y una voluntad de
hierro por la defensa del voto para todas las mujeres, en el año 1928 ve como
su lucha reconoce este derecho, anulando la ley que diez años antes lo había
aprobado para mujeres mayores de treinta años con determinadas situaciones
económicas privilegiadas. Su hija Christabel fue también una figura destacada
del sufragismo.
En España el voto
para las mujeres llegó por la lucha de Clara Campoamor, parlamentaria y
abogada, segunda mujer en ingresar en el Colegio de Abogados de Madrid. Figura
de referencia en el sufragismo español, gracias a su coraje y a su defensa de
este derecho femenino, se incluyó en la Constitución de la Segunda República de
1931. Las mujeres españolas mayores de veintitrés años votaron por primea vez
en las elecciones generales de 1933. Clara Campoamor no resultó elegida
diputada, abandonó la política y poco después debió coger la ruta del exilio. Entre
sus frases para defender la igualdad de derechos para las mujeres aparece esta:
“Solo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que
todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para las
mujeres”.
En definitiva, el
largo camino de la igualdad tiene sus peldaños asentados en la justicia legal,
aunque esto no significa que los techos de cristal, las brechas salariales,
digitales y educativas y la violencia de género no estén presentes en nuestras
sociedades. Por esto, la justicia legal es un pilar esencial y un eslabón
necesario para avanzar en la igualdad real entre hombres y mujeres. Sin
embargo, es necesario entender que la igualdad es una cuestión de justicia
social, sin olvidar, por supuesto, que nos encontramos ante grandes avances en los
derechos y libertades de las mujeres del primer mundo. Resulta imprescindible
hacer una reflexión acerca de cómo es ser mujer en el tercer mundo para conocer
y reconocer los avances y desafíos que aún quedan por delante para muchas
sociedades.
Entendida la
igualdad como elemento de justicia social, los derechos humanos cobran
protagonismo para lograr esta igualdad que reclama la equidad como elemento
esencial para que cada ser humano, las mujeres también, puedan desarrollar con
libertad y dignidad sus capacidades para lograr su desarrollo integral.